El Señor le ordenó a Moisés: «Diles a Aarón y a sus hijos que impartan la bendición a los israelitas con estas palabras:
»»El Señor te bendiga
y te guarde;
el Señor te mire con agrado
y te extienda su amor;
el Señor te muestre su favor
y te conceda la paz.»
»Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, para que yo los bendiga.»
Numeros 6:22-27
En las instrucciones que Dios le dio a Moisés acerca del oficio sacerdotal quedó muy claro de que manera el nombre del Señor debía ser invocado para impartir la bendición al pueblo de Dios.
La bendición sacerdotal cierra con la frase «y te conceda la paz» quedando así bien definido y de manera muy explícita que la paz la concede Dios.
Los hombres, por naturaleza, han preferido alejarse de Dios y han olvidado o ignorado voluntariamente quien es la fuente de la paz verdadera. En virtud de lo anterior los hombres se han dedicado a buscarla por otros medios, incluso mediante la forma favorita de buscar la paz, que paradójicamente viene siendo ¡la guerra!
Ya va siendo tiempo de que la humanidad se de cuenta que la guerra no puede producir la paz. Ya es hora de que la humanidad vuelva su mirada a Jesucristo, Principe de paz.
Paz, dulce paz 